Tradicionalmente, el objetivo de los rociadores automáticos de agua es contener y controlar el fuego, para lo cual realizan las funciones de mojar los combustibles que le rodean y enfriar los gases calientes que se generan. De este modo, se puede apagar un conato de incendio en su fase inicial o controlarlo para que se pueda apagar con otros medios, o bien permitir la evacuación de los ocupantes a espacios seguros.
Actualmente, la aparición de rociadores con una respuesta rápida permite conseguir la extinción del fuego, en especial sobre los riesgos de almacenamiento, gracias a la mayor cantidad de agua descargada. En un edificio o establecimiento, los rociadores automáticos de agua se deben diseñar, instalar, poner en marcha, actuar y tener un mantenimiento que garantice un funcionamiento correcto, para proteger del riesgo de incendio al personal ocupante, a su contenido y a la construcción.
Las instalaciones de rociadores protegerán toda la superficie de los edificios y establecimientos que por su riesgo las necesiten, asimismo, dispondrán de otras instalaciones de protección activa y pasiva contra incendios. El diseño de los rociadores se acompañará de la estabilidad al fuego de la estructura, la resistencia al fuego de la construcción, la evacuación, los extintores, las mangueras, las columnas hidratantes, la detección, la alarma, la extinción automática en locales de riesgo especial, etc., así como de la aplicación de los reglamentos específicos de las restantes instalaciones, y la seguridad de los usos que protegen. Toda instalación de rociadores automáticos estará compuesta básicamente de válvula de control y alarma, colector, ramales y rociadores.